Celebramos hoy el quinto aniversario del anuncio del ‘alto el fuego‘ definitivo de ETA. Han pasado tan solo cinco años, pero parece que el fenómeno de la violencia fue algo prehistórico, lejano, del pasado remoto de esta sociedad.
Esta sensación de lejanía temporal es –junto con el hecho en sí de la desaparición de los asesinatos, los secuestros, la extorsión a nuestro Pueblo– lo más destacable de estos cinco años: la rapidez y la madurez con la que nuestra ciudadanía ha dado ‘carpetazo‘ a una época oscura y trágica de nuestra reciente historia.
Pero bastantes de las consecuencias de la violencia siguen presentes entre nosotros, y a esas no conviene darles carpetazo sin hacerlo, al menos, adecuada y justamente. Hemos repetido con insistencia que la verdadera paz es mucho más que la ausencia de violencia. Por eso, para pasar de un estadio de ausencia de violencia a otro de paz y convivencia hacen falta, a mi juicio, ofrecer respuestas en cinco ámbitos:
-El desarme de ETA como paso a su disolución formal. No tiene sentido tener armas y explosivos si no se tiene ninguna voluntad de usarlos. Es algo, además, que ETA debe principalmente a la sociedad vasca. Hay que buscar un procedimiento sencillo, seguro y verificable para que esto se produzca ya. La inacción o incluso la acción dificultadora del desarme por parte de la Administración del Estado no puede ni debe parar esta misión. Tampoco hay que caer en ensoñaciones de futuros procesos de negociación de “armas por presos”. Hay opciones para llevar a cabo el desarme. El Gobierno Vasco presentó en diciembre del 2014 un plan que, creo, ofrece una vía cierta.
-Una memoria justa. Las víctimas de la violencia y, en general, toda esta sociedad se merecen una memoria que, desde la verdad, sea capaz de superar las heridas causadas por cincuenta años de sangre y dolores diversos. Hacen falta políticas públicas de memoria y pedagogía social como mejor antídoto para el ‘nunca más’.
-Una reflexión crítica y autocrítica sobre el pasado. Sin esperar a que los demás la hagan ni, mucho menos, condicionar la autocrítica propia a que los otros entonen la suya, cada uno tiene que mirarse en el espejo de la historia de este país y reconocer el injusto daño que han causado sus acciones y sus omisiones.
-Una nueva política penitenciaria. Acabada la excepcionalidad de la violencia terrorista tiene también que suspenderse la excepcionalidad de la legislación antiterrorista. Hace falta una política penitenciaria distinta, humana, inteligente y que ayude a encauzar una de las más evidentes consecuencias de la acción de ETA.
-La normalización de la convivencia. Seguramente, si culminamos con éxito las cuatro causas anteriores, esta quinta va a resultar más fácil. Pero, en todo caso, debemos fortalecer la convivencia entre diferentes como un valor, como una riqueza social sobre la que cimentar una nueva Euskadi en paz y libertad. Superar los traumas y heridas del pasado, poder mirar al futuro sin negatividad y, sobre todo, compartir ese futuro con una sociedad abierta, plural y desarrollada. Contamos con un buen punto de partida, el Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco.
Han pasado cinco años y ahora comienzan otros cuatro años que debemos aprovechar política y socialmente. La nueva legislatura vasca y la legislatura española van a arrancar casi al mismo tiempo. Rompamos las inercias del pasado, acabemos con la inacción, removamos los obstáculos y pongamos en marcha un diálogo multipartito que busque, afronte y dé solución a estas cinco nobles causas. El PNV siempre va a estar ahí para intentarlo.
Con este espíritu vamos a acudir Joseba Aurrekoetxea y yo el próximo sábado a la reunión del Foro Social Permanente que se celebrará en el Palacio de Aiete.
Andoni Ortuzar Arruabarrena
Presidente del Euzkadi Buru Batzar