Opinión
18Junio
2011
18 |
Opinión

Se hace camino al andar.

Opinión
Junio 18 | 2011 |
Opinión

El desencaje político de lo vasco para con lo constitucional español arranca de un pasado no tan cercano. Tiene sus raíces en una singularidad política que se mantuvo vigente cuando las peculiaridades forales desaparecieron en Castilla, Aragón, Cataluña, entre otros, a manos de la política centralista del poder real. La singularidad vasca despertó ya el profundo recelo de Godoy en los tiempos de Carlos IV (en la llamada Guerra de la Independencia, y ante a las suspicacias de Madrid, las provincias vascas se alistaron en la lucha contra el invasor francés con hombres, armas y dinero). El mencionado desencaje político y social tomó cuerpo y se agudizó con el desgarro de los sucesivos alzamientos carlistas a lo largo del siglo XIX y de sus, también, sucesivas derrotas, factores ellos claves en el posterior surgir de la conciencia nacional vasca. Las cuatro provincias vascas de este lado del Bidasoa donde una gran mayoría popular apoyaba su causa, fueron uno de los bastiones de dichos alzamientos, es más, la llamada “guerra de los siete años” (1833-1840), se llegó a llamar por reducción la “Insurrección vasca”. Y tras las derrotas, el “Abrazo de Bergara” y la abolición de los Fueros vascos consiguiente se introdujo en “nuestra” política un no resuelto conflicto foral cuyas consecuencias histórico-políticas se prolongan hasta nuestros días. Se atacó y abolió de raíz el régimen foral vasco con diferentes excusas políticas, ideológicas, económicas y administrativas. Se consumó el desencaje.

Empieza así el gran proceso de la ruptura  entre lo vasco y lo constitucional español y que se agudiza con la aparición del nacionalismo vasco que de la mano de Sabino Arana tomó cuerpo en tierras vascas, abonadas éstas por la frustración social, el resentimiento político y la amargura por las sucesivas derrotas militares. Proclamada la República en 1931 el nacionalismo vasco se esforzó en la consecución de un Estatuto de Autonomía, el de “Estella”. Pero el ataque del socialismo al autonomismo vasco fue frontal impidiendo su discusión en el Congreso: “no autorizaremos jamás la existencia de un Gibraltar Vaticanista en el norte de España”. Luego, al producirse el alzamiento fascista del 18 de julio de 1936 el nacionalismo vasco defendió la legalidad republicana y en plena guerra civil logró el Estatuto de Autonomía tan ansiado cuando ya solamente Bizkaia y unos pocos municipios de Gipuzkoa y Araba estaban libres del dominio de las tropas de Franco. La autonomía fue en realidad un gobierno de guerra y sucumbió al ser ocupada Bizkaia en junio de 1937: “Las provincias de Bizkaia y Gipuzkoa son traidoras”. Antes por reaccionarias luego por demócratas la “libertad antigua” como la llamó Cánovas fue abolida por  una dictadura que duró 40 años.

 

Murió Franco y se finiquitó el fascismo. Llegó la democracia, pero la mayoría de los vascos no votó la Constitución española nacida como fruto de la transición de la dictadura a la democracia; sí apostó, en cambio, por un Estatuto de Autonomía como peldaño e instrumento en su derecho al autogobierno y a su desarrollo como Pueblo. Un Estatuto de Autonomía por cierto por el que se precisó abundante coraje y raudales de honestidad democrática. No es cuestión de abundar en estas líneas en la cara y en la cruz del Estatuto, de lo que ha supuesto de avance indiscutible y notorio para el autogobierno de los vascos, pero también de su bochornoso incumplimiento y mercadeo por el PPSOE. Mientras, ETA asesinaba.

 

Estamos en el post 22 de mayo. Apasionante. A día de hoy el PNV sigue siendo la fuerza electoral vasca más votada y quien mejor ha resistido al chispazo electoral de “Bildu” salvo en Gipuzkoa, lo que le obliga, en mi opinión, a ejercitar una muy necesaria, serena y profunda reflexión. Su implantación, fuerza y relevancia no se limita a las tierras vascas, es también en España el protagonista clave para que Zapatero pueda llegar a finalizar la legislatura, intentar ganar tiempo y limar en lo posible el previsible arrollador resultado del PP en las próximas generales. Un PNV que por su responsabilidad ante Euskadi ha buscado la oportunidad para que el Gobierno central complete treinta años más tarde el Estatuto transfiriendo lo pendiente, y colabore  por un nuevo y deseado mañana vasco con la pacificación, la desaparición definitiva de ETA y la normalización política como señas fundamentales. Y ello para incomodidad celosa de un noqueado y débil Patxi López, falto de liderazgo político derivado de su traicionero, antinatura y ortopédico “cambio” de la mano del PP, su implacable enemigo en España.

 

Y hoy algo importante está sucediendo en la Euskadi post 22 de mayo, y es que  parece que por fin se nos está abriendo definitivamente una ventana a la esperanza. Como ciudadano vasco, testigo de la transformación sufrida por la sociedad vasca de la mano del Estatuto, pero testigo también de graves carencias de proyectos comunes a futuro, abogo por un mañana vasco basado en el más estricto respeto a la voluntad mayoritaria democráticamente expresada por la ciudadanía vasca. Creo que nos encontramos ante tiempos de negociación y transacción, mano izquierda, visión larga de futuro y responsabilidad. Prohibido fallar. Sin ETA ni exclusiones. Sin tahúres de la política, barajas trucadas ni cartas marcadas, ni aquí ni allá. Es la oportunidad. Haciendo camino entre todos. No hay otra manera. Así lo pienso.

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