Euskadi es una nación. La mía. Me reafirmo en aquello de “Euskotarren Aberría Euskadi da-Euskadi es la Patria de los vascos”. Mi patria. Así lo proclamo, lo sostengo y lo defiendo. Y por ello precisamente lo intento trasladar a un proyecto basado en la realidad y la factibilidad. Nunca he negado, es obvio, que existe una parte identitaria en nuestra condición nacional como vascos, pero, a la vez, nunca he dejado de sostener que un proyecto político que en Euskadi se sostenga solo, única y exclusivamente desde la identidad nunca será un proyecto político global y nacional vasco dirigido a todas y cada una de las personas, hablen la lengua que hable, piensen lo que piensen y hayan nacido donde hayan nacido y que vivan en tierras vascas. No es que mantenga que haya que renunciar a aquello que configura nuestra identidad, no, sino que es a partir de esa identidad que se puede y debe configurar un proyecto político nacional vasco capaz de generar conciencia nacional en quienes no la tienen. Y es a ellos, a quienes no la tienen, a quien también nos debemos dirigir. Y quizá especialmente a ellos. Soy de los que creen en el derecho de cada pueblo a decidir su camino y su destino. Defiendo y defenderé con radical firmeza el reconocimiento nacional de Euskadi en el seno de un Estado que considero plural, y por cierto de un modo muy distinto a como lo hacen, o dejan de hacer, el PSOE o el PP, y ello en el marco de una Constitución que no es precisamente la que los nacionalistas vascos hubiéramos pergeñado.
Dicho lo dicho, pero ciertamente ofrecer a nuestras futuras generaciones falsas expectativas y un futuro alejado de la realidad es tanto como suscribir una póliza de frustración y escepticismo. Se muy bien que es mucho mas excitante y, sin duda, mucho mas atractivo desde la radicalidad nacional, de fácil verbo y más fácil gesticulación, ofrecer un futuro semejante al de cualquiera de las republicas bálticas, las que en su día integraron la federación Yugoslava, las de la ex¬-URSS o equipararlo con Eslovaquia. Pero Euskadi no es Lituania, ni Estonia, Croacia, tampoco Escocia, Gales o Irlanda…y ni España es la ex-URSS, Yugoslavia, Checoslovaquia o Gran Bretaña. Con el espejismo que podemos crear en torno a lo que somos y queremos ser de mayores, contribuiríamos a generar una fantasiosa Itaca a la que la tripulación de la nave sabe que nunca va a llegar, pero a la cual el pasaje reivindica como norte… cuantos más escollos aparecen y más inviable es el viaje, mas emotiva y dramáticamente es reivindicada. La reacción no pasa entonces por un proceso de toma de conciencia de la innavegabilidad de los mares surcados, sino por considerar inepta a la tripulación, aunque haya sido esta la que haya embarcado en la fantasía de Itaca. No podemos ser nosotros mismos los que colaboremos en la creación de estas y otras fantasías nacionales, que al final no se saldan políticamente en términos positivos para nosotros. No podemos excitar y no consumar, no podemos ser aptos para incitar deseos de un imaginario fantasioso, pero a fuerza de mostrar falta de concreción e impotencia para rematar, por puro realismo y responsabilidad, preparar el terreno y permitir que sean otros quienes, por no tener responsabilidad entre sus activos, continúan apropiándose de la fantasía hasta una imposible meta final.
Habrá que huir de los debates estériles y ajustar más la política a aquello que pueda ser de más interés para la ciudadanía. Y eso no significa que uno defienda la reducción del debate político a la simple gestión. No. Entiendo la política como gestión, sí, pero también como aportación permanente al terreno de las ideas transformadoras de la sociedad. Hablo de una política que nos haga precisamente más nación, más estado vasco, más Euskadi y más sociedad civil vasca, una política alejada de debates yermos. No propongo claudicación, sometimiento, ni supeditación. Confío en Euskadi, en sus hombres y en sus mujeres, en su espíritu emprendedor, creo en nuestra identidad como vascos que somos, estimo la valía de nuestras gentes, en el derecho que tenemos a decidir y en nuestra capacidad inteligente de negociación. Apuesto por un pacto bilateral, respetuoso y amable con España, y desde la libertad. Es el no imponer y el no impedir. El reto, por complicado que sea, es la pervivencia de la Euskadi autogobernada de los siete herrialdes en el siglo XXI, la Burujabetza del “Zazpiak Bat” en la UE.
Y a lo que entendemos por España le demandaría desde mi ser nacionalista que no se imponga por la fuerza, que hable desde la razón y el respeto, que acepte y asuma su pluralidad nacional, cultural y lingüística y que lo promueva en el interior y en el exterior. Lo repito: Euskadi es una nación y mi patria. Así lo proclamo, lo defiendo y lo sostendré. Y por ello, precisamente por ello, lo traslado a un proyecto posible y factible. No se trata de proclamar el yo más que tú, dilucidar quien es más abertzale, mejor nacionalista y más puro. Se trata de seguir ocupando el cauce central de la sociedad, acertando y respondiendo a las preocupaciones e intereses de los vascos de hoy, continuar construyendo la nación vasca, es decir tejiendo la Euskadi autogobernada. Un nacionalismo abierto, amable y de bienestar, de rostro humano e inteligente, sin complejos y culto, que se adecua al presente, se construye a favor de, y no en contra de nada.