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2008
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La versión moderna del “Euzkadik behar zaitu”

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Noviembre 02 | 2008 |
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De aquel “Euzkadik behar zaitu” (“Euzkadi te necesita”) slogan de la resistencia vasca, consigna del PNV, en plena clandestinidad franquista ha llovido mucho. Para lo bueno y lo malo. Más para lo bueno. Pero su carácter y sentido, su apelación rigurosa al compromiso patriótico responsable sigue hoy más que nunca vigente. En eso estamos.
Creo ser objetivo al afirmar que los siglos XIX y XX han reflejado el desencuentro político constitucional de España respecto al Pueblo Vasco. Un Pueblo, hoy la Euskadi de las siete provincias, que busca con ahínco, aciertos y heroísmos, desaciertos y errores incluidos, un lugar en el futuro. Es la historia de un desencuentro por ambos lados, cuya memoria es necesaria e imprescindible, no para enconar y dividir, sino para evitar nuevas e innecesarias convulsiones, básicamente porque las entendemos como estériles.

Frente, por un lado, al dogmatismo de los que creen a ciegas en la ruptura y en el choque de trenes y legitimidades y denuestan el reciente pasado y presente histórico, pero también, por otro lado, frente a los que juegan al inmovilismo centralista que se escuda en rancias apelaciones jacobinas a la indisolubilidad de la nación española, hay quizás otro camino. Creo que existe otro camino a recorrer, y estimo que sí existe la opción de apostar por una dialéctica, por una actitud, por unas maneras diferentes de entender la convivencia entre dispares, por un talante dinámicamente reformista de la situación socio-política actual. A los vascos nos ha ido bien con el pacto. A la historia me remito. Somos demasiado pocos, apelemos a la inteligencia. Y por ello y en ese sentido no nos es inteligente intentar imponer –cierto es que no es justo que nos “lo” impidan- y abogo por lo tanto por trabajar en el sentido de cultivar actitudes, talantes y maneras abiertas y posibilistas, como nacionalistas vascos y demócrata que somos, en el sentido de afirmar los valores positivos -obvios y constatables- de la herencia positiva del Estatuto de Gernika. Abogo, como vía inteligente y eficaz, por desbrozar vías realistas que posibilitarán al actual paisaje político posibilidades objetivables de novedad, de cambio político, de futuro diferente y de potenciales nuevos marcos de relaciones “amables” -lo ha dicho el Lehendakari Ibarretxe más de una vez- con España.

Estoy sinceramente convencido que sobre estas bases nos toca proseguir a los nacionalistas vascos con la seguridad de que toda reforma constructiva planteada en términos factibles y mayoritarios en la sociedad vasca es posible en el camino de la búsqueda del triunfo de la Política y de la Democracia. Y así la apuesta por la tan caricaturizada transversalidad no es que sea inevitable, no, es que es deseable, no se si suficiente, pero sí realmente necesaria. Y tendrá que partir de un viejo presupuesto: reconocerse diferentes y aceptarse distintos. Y no bastará con simplemente existir y tolerarnos unos a otros, no, habrá que vivir, convivir, trabajar e ilusionarse juntos.

Porque en este variopinto, complejo y viejo solar vasco nadie sobra. Tenemos la obligación de lograr el triunfo del diálogo y del acuerdo como instrumentos para la resolución de discrepancias, por profundas y severas que sean. Reformando y cambiando, si es lo que la sociedad vasca mayoritariamente lo demanda, restaurando el cuadro, moviendo la foto-fija, buscando nuevos espacios de encuentro. En este sentido, y admitiendo que las leyes, sea cual sea su origen histórico, adquieren relevante significado democrático en el instante que puedan ser mejoradas y reformadas por la voluntad mayoritaria de la sociedad a la que sirven, refórmense con responsabilidad compartida leyes y marcos políticos constitucionales al dictado de las voluntades democráticas mayoritarias imperantes. Y háganse por los cauces establecidos.

Me refiero a una manera de tratar las cuestiones, que postulen una dinámica de búsqueda de caminos de integración, de posibles soluciones a los antagonismos que dividen y separan. Una dinámica contra la demagogia que deifica el pasado, o lo nuevo, sin tener en cuenta de dónde venimos, a dónde vamos y las relaciones de fuerza planteadas en cada momento histórico. Una manera que hace de la imperfección motor de crítica y perfeccionamiento, que reconoce lo positivo de lo que le rodea y es sin embargo propicio al cambio sin abandonarse a conclusiones definitivas. El objetivo es una Euskadi en la que quepamos todos, soberana, solidaria, democrática y en paz.

La imagen de un duro pasado en Euskadi y la memoria de los antagonismos desatados han de ser estímulos que nos hagan reflexionar y trabajar con sentido de la responsabilidad. Responsabilidad, palabra que en nuestros días y en Euskadi quizá tenga, junto a su ordinaria significación semántica, un peculiar sentido político e histórico añadido. Responsabilidad digo, sí, porque en política, la necesidad de contar con la realidad social en todo proyecto no es sólo una elemental exigencia para su viabilidad y eficacia transformadora, sino una garantía para que dicho proyecto posea apoyo social, masa crítica, aval y legitimidad democrática. Es que en política, inevitablemente se ha de contar con la realidad social adecuando el proyecto político transformador a la posibilidad de su aceptación. Creo en el derecho a decidir de la ciudadanía vasca, y estoy convencido de la necesidad del compromiso mutuamente adquirido a ejercer este derecho por la vía del pacto, y convencido de que el principio de consentimiento de que esta decisión debe integrar las distintas sensibilidades existentes en Euskadi, convencido también de la capacidad inteligente de negociar, de la necesidad de pactar, de la astucia de integrar, del pacto recíproco, de la bilateralidad efectiva, de las garantías, de las condiciones de lealtad, de la cooperación y del reconocimiento mutuo como llaves que posibilitarán una nueva etapa superadora. Es hacer nación vasca.

En la defensa de nuestra voluntad e identidad de querer seguir siendo, siempre hemos necesitado inteligencia, astucia, sabiduría, pacto y negociación. Euskadi tiene derecho a decidir y ese decidir pasa hoy por negociarlo y pactarlo con instancias jurídicas y vigentes marcos políticos superiores, por no imponer ni impedir, por tener visión de futuro en la Europa del siglo XXI, pasa por lograr un vigoroso y amplio acuerdo político. La necesaria inteligencia del pequeño, que aspira a poder seguir siendo, se concreta hoy y aquí, en un futuro negociado y pactado con España, en la libre adhesión y en la relación amable. Y por eso precisamente, hoy y aquí, estoy convencido de que el pacto interno en el seno sociedad vasca y el posterior pacto con España son a día de hoy las únicas vías políticas posibles en el objetivo de hacer de Euskadi cada vez más nación civica autogobernada. Y quien proponga algo diferente, que asuma previamente la responsabilidad de responder ante la sociedad vasca del fracaso y de la frustración colectiva de su imposibilidad práctica. Sin infantilismos, sin juegos florales ante la galería, sin experimentos de cartón piedra, sin burbujas ideológicas de gaseosa. Acordándonos de David y Goliat. No creo en la irresponsabilidad de ofrecer ninguna póliza de frustración consecuencia de de prometer un futuro utópico y alejado de la realidad sociopolítica existente. No creo en la bondad de correr el riesgo de incitar deseos de un imaginario que a fuerza de concreción para rematar, precisamente por realismo y responsabilidad, signifique preparar el terreno para que sean otros quienes, precisamente por no tener esa responsabilidad se apropien de la fantasia de una imposible meta final.
Un proyecto político tiene que encarnar una esperanza, razonable e inteligente, o no pasará de ser más que la inercia necesaria para seguir tirando. Pelear y luchar por ello es responder acertadamente a aquel, y este, “Euzkadik behar zaitu ”.

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