El asunto del Estatuto de Catalunya ha sido el gran tema político de los últimos meses, un asunto que ha hecho que la política vasca pase a un segundo plano en el devenir de los grandes problemas universales según la clasificación del PP y de su emisora amiga, la de la Conferencia Episcopal Española. Esto es bueno y es malo, depende de para quién. Para el nacionalismo democrático es bueno porque, por primera vez en muchos años, tenemos oportunidad de reflexionar sin excesiva presión. Para Batasuna no es tan bueno, porque no logran atraer sobre sí toda la atención que quisieran.
El desenlace del debate estatutario con el acuerdo final Zapatero-Mas supone, además de una jugada maestra, la demostración más clara de la importancia de que un país como Catalunya cuente con un partido nacionalista fuerte y, sobre todo, independiente sin excesivas vinculaciones a unos y otros. Ha quedado claro que, en Catalunya, no se puede hacer nada importante sin CiU. A la izquierda abertzale catalana y a la izquierda a la izquierda del PSOE (IU-IC), sólo les queda asentir, o volver a las catacumbas.
En Euskadi llevamos dos años esperando un alto el fuego de ETA que no llega, ni tiene pinta de llegar en breve. Volvemos a oír a hablar del Aberri Eguna como fecha posible del gran anuncio. Hace casi tres años, alguien me dijo que había que votar a tal candidato porque debíamos estar preparados para un final de la violencia que esas fuentes fidedignas situaban en el Aberri Eguna de 2004.
Pero, en estos dos años, han pasado muchas cosas. Tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, el 11 de marzo de 2004 y el anuncio final de IRA, la violencia como arma política no solamente ha perdido sentido (si alguna vez lo tuvo), sino cualquier viabilidad como proyecto ‘‘político-militar’’. En estos momentos, teniendo en cuenta lo dicho y el estado de ansiedad (en la espera del gran anuncio), un atentado con heridos graves (y no digamos muertos) colocarían a Batasuna (en sus diferentes marcas) al borde de la extinción.
En segundo lugar, el PNV ya no está obligado a hacer de pista de aterrizaje para que ETA abandonase las armas. Para este viaje, sólo tienen boletos el PSOE (y el Gobierno de Zapatero), Batasuna y, por supuesto, ETA. Cuestión aparte es la de la normalización política pero ésta es una historia en la que tienen que participar todas las fuerzas vascas. Sin excepciones.
El análisis de artículos, entrevistas, libros, manifiestos, emplazamientos,... de Batasuna deja claro que uno de los objetivos de la organización es impedir que el PNV tome cualquier tipo de iniciativa (lo que no es nada nuevo), especialmente en el periodo pos ETA, en el que su agenda política estaría marcada por la cuestión de los presos, y, en este punto, ni a ETA, ni a Batasuna, le interesa un desgaste del PSOE que llevase a este último a la oposición.
Me siento incapaz de analizar la actuación de EA. Mientras que escuchamos a algunos dirigentes defender un futuro en solitario, y a otros, como Sabin Intxaurraga, llegar a la integración en Batasuna (o casi), hay quienes (los críticos) siguen defendiendo la alianza estratégica con el PNV, pero no son minoría en la dirección. Es cierto que lo ocurrido con ERC en Cataluña les tiene que hacer pensar.
La situación política vasca en este comienzo de 2006 no es la misma que la del periodo 2000-2004. Las encuestas y la situación económica dicen que el PNV no sólo no está sufriendo desgaste, sino que, en algunos casos, recupera terreno, especialmente en Bizkaia y Araba (por ese orden). El caso de Bilbao es paradigmático: ‘‘sólo’’ perdería un concejal aunque se presentasen los ‘‘comunistas de las tierras vascas’’. Visto lo anterior, quizá haya que olvidarse de un frente aber-tzale para tratar de ampliar (y consolidar) la hegemonía del PNV en el campo nacionalista, convirtiéndose en interlocutor imprescindible en el conjunto democrático, en unos momentos de máxima tensión PP-PSOE (excepto en Álava). En Cataluña, en estos momentos, ni el PP, ni ERC son ya fuerzas decisivas. Si hay avances en el autogobierno, será porque CiU ha cerrado un acuerdo con el PSOE.