Estoy por un nacionalismo que dice sí a la vida, al diálogo, al respeto y que niega el no, la muerte, el insulto, la confrontación y la incomunicación entre los ciudadanos. Apelo a un nacionalismo tolerante, no excluyente, entero, íntegro e integrador, solidario sujeto a crítica y autocrítica. Un nacionalismo de rigor, de exigencia y de vigilancia, de solución, de salvación, de salida y de futuro para este Pueblo. Un nacionalismo no violento, firme, de guante de terciopelo y puño de hierro, no ingenuo, optimista, no iluso, para vivir y convivir, activo y colaborador, civilizado y científico, digno de nuestros mayores y de nuestros descendientes.
No es posible olvidarse de aquellos que lucharon en la guerra defendiendo la libertad y el autogobierno de Euskadi y de los que en la postguerra fueron perseguidos. Defiendo un nacionalismo digno de este milenio, de la ciudadanía, del progreso, de la historia y de la democracia. Apuesto por un nacionalismo que nos mantiene como Pueblo, como colectividad con voluntad de perdurar. Un nacionalismo que es algo más que una promesa, más que un sueño y que una utopía, algo más que una disciplina y que una organización, más que una estructura y una ideología, más que un programa y que una orilla sin puente. Más que un horizonte lejano y que espuma perecedera. Me dibujo un nacionalismo que partiendo de los Arana y Elizalde, no se olvida de Kanpión, "Aitzol", Lauaxeta, Lizardi, "Kizkitza" Irujo, Landaburu, Galíndez, Rezola, Ajuriagerra, Arzalluz y de otros.
Un nacionalismo integrador, firme y con visión de futuro como aquel que lideró José Antonio Agirre, primer lehendakari. Y los que le siguieron portando el testigo: Leizaola, Garaikoetxea, Ardanza e Ibarretxe.
Me pone un nacionalismo más que mito, rito, costumbre y gestos, más que ola, marea, corriente, vendaval, atracción y encanto. Me atrae un nacionalismo concreto, tangible, factible, algo más que proyecto de poder y de estado.
Creo en un nacionalismo cauto, prudente, a nuestro alcance y medida, radiante y claro, audaz y valiente, democráticamente impetuoso. Y sereno, pero consecuente y radical.
Proyecto un nacionalismo igualitario, justo y reflexivo, activo, civilizado, fraterno y no artificial, afectivo que no confunda la parte con el todo, el uso con el abuso. Por un nacionalismo clave y sin armas, ni bombardeos, hambre ni miedo ni marginación. Estoy por un nacionalismo en el cual nunca toquen las campanas por ninguna muerte violenta, por ninguna idea, ni causa, ni creencia política.
Me siento cómodo ante un nacionalismo no autocomplacido ni triunfalista, sin desplantes, no belicoso, mejorable, amable y perfeccionable, serio, lúcido, estructurado y de supervivencia, nunca de ataque ni de expansión, sino de Pueblo que decide marchar hacia el futuro con todos los demás.
Me afirmo ante un nacionalismo sin más límites que la voluntad vasca libremente expresada, ni más ni menos y que apuesta por Euskadi y por su burujabetza, un nacionalismo de los ciudadanos, de bienestar para todos, de rostro humano y amable.
En definitiva quiero una ciudadanía sujeto de derecho para decidir sobre su presente y su futuro en igualdad. Me atrae, porque lo siento, un nacionalismo que proclama que Euskadi es una nación y que tiene derecho a concreción política propia y autónoma, compartida con otros pero soberana, con identidad propia y voluntad de futuro.
Siento un nacionalismo fraterno y sin complejos, culto y moderno, de futuro, que respeta los derechos humanos y a la voluntad de las urnas vascas. Me va un nacionalismo inteligente, que se adecua, que se construye a favor de, y no en contra, que se pregunta qué hay de perverso en que los vascos decidamos nuestro futuro. Mi nacionalismo abomina del crimen, rechaza el fanatismo y sueña con una Euskadi solidaria.