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20Diciembre
2011
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Proyecto nacional y social vasco

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Diciembre 20 | 2011 |
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“El futuro nos tortura y el pasado nos encadena, he ahí por qué se nos escapa el presente” Gustave Flaubert.

Durante siglos el capitalismo se ha fundido con lo estatal-nacional. Se construyó bajo la forma de un mercado estatal-nacional y así se extendió. Han sido los estados nacionales los que han levantado los ejes dinámicos del capitalismo mundial y los centros de una red internacional de producto e intercambio. Pero quizá este matrimonio, estado nacional-capitalismo, unido ciertamente por puros lazos de interés se encuentra en vías de crisis y de reformulación. La mundialización de la economía muy por encima de los estados condena al hasta ahora estado nacional intocable a la obsolescencia progresiva, a la política hasta ahora entendida como tal, a la impotencia y a las soberanías nacionales a no ser más que una concha que se vacía de contenido y de competencias hasta ahora símbolos intocables del estado-nación. El capitalismo penetra hasta en los rincones más alejados y recónditos erigiéndose en sistema global, ha largado definitivamente sus amarras estatales-nacionales, se ha desterritorializado y convertido en transaccional, sin límites y sin identidad. ¿Qué es lo que nos deparará lo universalizante del capitalismo contemporáneo en lo que respecta a la dialéctica histórica entre estado y nación, o entre las naciones sin estado, como es Euskadi?

 

El estado-nación se está debilitando, convertido ya en simple gestor de obligaciones económicas que le sobrepasan, asiste impotente a la oscilación de la relación de fuerzas en el beneficio de los mercados globalizados, es testigo de su propia perdida de sustancia y de una soberanía progresivamente evanescente. En el interior de sus fronteras históricas ha dejado de ser el lugar privilegiado de la identidad y de las situaciones políticas. Y en el exterior solo conserva los atributos formales de la soberanía. El estado-nación se ha convertido en un agente más en el sistema internacional, ha perdido el control y no está en condiciones de influir en el curso de los acontecimientos. Las transferencias de soberanía a favor de instancias comunitarias en una Europa en la que la unificación pasa por transferencias consentidas de competencias, significa en la práctica una disminución de dicha soberanía. Dada la presión ejercida sobre los estados-nación por la redefinición de las reglas de juego económico mundial nos encontramos ante un intento, ¿vano?, de puesta en común de las clásicas soberanías-nacionales-estatales protegiendo al estado-nación del riesgo de dispersión. ¿Y su repercusión en Euskadi?

 

Hasta hace poco el nacionalismo vasco movía sus fichas en el orden de la política  práctica en el ajedrez ibérico. Pero el tablero de juego se ha ampliado y toca jugar partidas simultáneas en un amplio ajedrez europeo. Y ya no se juega con fichas obsoletas, se requiere inteligencia y visión de futuro hacia fuera, pero también dosis de inteligencia y visión de futuro hacia dentro. El peso cada vez mayor de las políticas neoliberales, monetaristas y de libre mercado en una creciente mundialización de la economía y el surgimiento de sociedades duales con importantes sectores de las mismas en la pobreza han colocado a las políticas sociales en cuestión. Si a ello añadimos nuevas tendencias demográficas, envejecimiento de la población, oleadas de emigrantes, cambios de estructuras familiares, recortes presupuestarios, burocratización de los sistemas de protección o la incapacidad de responder ante las nuevas demandas sociales, nos podemos encontrar con una fragmentación de la sociedad de consecuencias difíciles de prever. Vivimos tiempos en los que se extiende una cultura social y económica insolidaria y un liberalismo agresivo en el que es fácil que se produzcan fenómenos de exclusión y bolsas de marginalidad.

 

Bien, un proyecto nacional vasco moderno, lleva aparejado un proyecto social. Euskadi, no es un ideal vago ni etéreo, se concreta en seres humanos, en personas de carne y hueso que pueden sentirse integradas en una gran colectividad nacional y luchar por su identidad, pero que también representan proyectos de vida personales. El nacionalismo vasco debe asumir la responsabilidad de liderar una política social que haga de la sociedad vasca una sociedad más justa, cohesionada e integrada y humana. Porque Euskadi no existe sin todos y cada uno de los vascos, y cualquier realidad discriminatoria, cualquier colectivo situado al margen de unas condiciones mínimas de bienestar, cualquier evidencia de grupos desfavorecidos que no pueden cumplir su proyecto personal, representanta desde una óptica nacional un fracaso. Se trata pues de abanderar una política social que gire en torno a la solidaridad y a la justicia social, que haga de Euskadi una nación basada en la igualdad de derechos civiles. Se trata de impulsar una política social que sirva de respuesta a los retos que tiene la sociedad vasca ante la integración europea, el desarrollo socioeconómico, el reparto de la riqueza, la respuesta a las situaciones de dependencia, la marginación, las nuevas desigualdades sociales etc. Son retos que demandan del nacionalismo vasco, sentido de la historia y del progreso, inteligencia, visión de futuro, amplitud de miras y mantenido tesón solidario para poder continuar proyectando hacia el futuro una nación vasca, Euskadi, moldeada y amueblada por su ciudadanía.

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