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2006
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Rectificar es de... (sobre tratamiento de residuos)

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Apirila 30 | 2006 |
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Luis Bandrés Unanue

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El Diario Vasco


Existe un conocido refrán que dice: «Rectificar es de sabios», a lo que un amigo mío ya fallecido oponía que: «Rectificar es de equivocados». Viene esto a cuento del cambio de posición observado en el alcalde donostiarra en un tema de tanta importancia, y que atañe a todos los guipuzcoanos, como es el del tratamiento de los residuos urbanos. Ha sido necesario el claro posicionamiento de los vecinos de los alrededores del vertedero de San Marcos, muchos de ellos votantes del señor Elorza o del partido a que él pertenece, PSE, no olvidemos que las alcaldías de Donostia, Pasaia o Errenteria las ocupan miembros de dicho partido, sufridores de unas condiciones cada vez peores en función de la progresiva colmatación de dicho vertedero. Y ya que vamos de refranes, no estará de más el recordar aquel de que «El miedo (a perder votos, claro) guarda la viña». De todos modos, bienvenido sea el citado cambio.
Pasemos a recordar el planteamiento del problema. 1º: Gipuzkoa genera actualmente unas 400.000 toneladas de basuras urbanas al año y esta cifra va en aumento. De ellas una tercera parte aproximadamente corresponde al ámbito donostiarra. 2ª: La responsabilidad de la eliminación de estas corresponde a los ayuntamientos y en última instancia al alcalde. 3º: En Gipuzkoa estos, es decir los ayuntamientos, para una mejor gestión de las basuras, se han agrupado en ocho mancomunidades, de ellas una, la de Txingudi, ha optado por su propia vía, mientras que las otras siete (San Marcos, Urola Costa, Urola Medio, Alto Deba, Bajo Deba, Tolosaldea y Sasieta) han preferido una solución conjunta. 4º: De estas mancomunidades, la que más residuos genera y además tiene mayor urgencia es la de San Marcos (que incluye Donostia), pues su vertedero debería ser cerrado este mismo año, el resto aunque ven venir el problema, disponen de un margen temporal más amplio. 5º: La solución a esta situación para Donostia y su entorno, sea la que sea, no puede materialmente conseguirse en lo que resta del año 2006 (ni del próximo).

Pero, ¿cómo se ha llegado a esta situación? Corría el año 1996 cuando la Diputación de Gipuzkoa, a pesar de no tener responsabilidad en el tema aquí tratado, consciente del problema que se avecinaba, encarga la elaboración de un Plan Integral de Residuos Sólidos Urbanos. La elaboración del mismo llevó tiempo y así a mediados del 2002 leeremos en la prensa que dicho Plan es aprobado por EAJ-PNV, EA y PSE y que seis mancomunidades respaldan la vía de la incineración que en el mismo se prevé. En este sentido, al año siguiente, esto es el 2003, la prensa dirá: «La incineradora de Donostialdea se abrirá en el 2007 y quemará el 54% de la basura generada. La planta se pondrá en marcha con retraso ya que el vertedero de San Marcos se cerrará un año antes sin espacio para más residuos» (como debía de haber sido).

Ni que decir tiene que, como en otros temas que están en la mente de todos, rápidamente surgieron voces y colectivos en contra del mencionado Plan y, en particular, en contra de la incineración como método de eliminación de residuos. De estos, unos por intereses materiales propios, otros por aquello de la oposición por oposición, algunos por la moda del «progresismo» y finalmente otros verdaderamente convencidos de la peligrosidad de la incineración de los residuos, promueven en la sociedad un ambiente de suspicacia y posicionamiento contrario a dicho sistema. Por otra parte, es cierto el que hay cuestiones que nadie desea que se ubiquen en su municipio o en sus alrededores y no me refiero sólo a la posible incineradora, sino que otros, como la instalación de un hospital, un estadio de deportes, una discoteca e incluso un tanatorio (como hemos visto recientemente), entre otros, aun siendo todos ellos en mayor o menor medida necesarios, se desea que estén lo más lejos posible de nuestros domicilios. En estos casos si hiciéramos un referéndum entre los directamente afectados por proximidad, ¿qué resultado se obtendría? Pero hacer hay que hacerlos y corresponde al político de turno tomar la decisión aunque esta no sea del agrado de todos.

Es en este contexto donde vemos al alcalde donostiarra a partir del 2004, cuando ante la posibilidad de que la incineradora pueda ubicarse en Donostia, haciendo gala de su «progresismo» comienza a poner trabas a dicha ubicación e incluso a la misma incineración, y eso a pesar de que su partido, el Partido Socialista, calificara ese mismo año como «demagógica la oposición a las incineradoras» y de que previamente se había acordado entre las instituciones el que ningún municipio podría vetar la ubicación de esta. Cuando finalmente y con criterios técnicos (cantidad de basura generada, facilidades de acceso, etcétera) se decide que la ubicación ha de ser en Donostia el alcalde pronunciará frases tan elocuentes como que «el PNV ha decidido en un batzoki endiñar la incineradora a San Sebastián» o de que si no se aceptan sus exigencias «el PNV puede esperar sentado», así como criticar «la premura de la Diputación (como si fuera problema sólo de esta) por seleccionar el emplazamiento» pidiendo un aplazamiento sobre la decisión. Pero el tiempo pasa.

Y en este ambiente llegamos al año 2005 calificado como de «tirado a la basura» al respecto aquí tratado. Podemos leer: «Un año después del acuerdo alcanzado entre las mancomunidades y los Ayuntamientos, el proceso para construir la incineradora en Donostia está parado». Afortunadamente ahora, a comienzos de este 2006, parece ser que ante la acuciante necesidad reconsidera su postura y así escribe que «en el caso de que las instancias competentes sigan considerando imprescindible la Planta incineradora... desde la aceptación responsable del principio democrático de la mayoría de la Corporación (se reconoce algo elemental no hecho por él hasta ahora), se traslada a la Mancomunidad de San Marcos y a la Diputación la opción de estudiar con el Ayuntamiento las alternativas de emplazamiento, para dar cumplimiento a lo establecido en el Plan Integral de residuos sólidos urbanos».

Parece pues que, aunque tarde, se comienza a ver la luz para la resolución del problema, si bien se necesitarán de cuatro a cinco años para hacer realidad la planta, sea esta la que sea y mientras tanto mis paisanos de Pasaia y mis amigos de Altza y Errenteria mucho me temo tendrán que seguir soportando los efectos de algo que si no hubiera sido por el deseo de protagonismo y de «progresismo» (en mi opinión mal entendido) del alcalde donostiarra podría estar canalizado hace ya tiempo.

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