Iñaki Anasagasti
01Mayo
2005
01 |
Opinión

SOMOS VASCOS

Iñaki Anasagasti
Mayo 01 | 2005 |
Opinión

Si a usted le gusta leer o regalar libros políticos y se lleva las manos a la cabeza ante la masiva irrupción de títulos antinacionalistas que llenan todo tipo de tiendas, permítame que les anuncie que ya está nuestro nuevo libro en las librerías. Y digo nuestro porque somos Erkoreka, Beloki y quien esto firma, quienes nos pusimos a la tarea de reflexionar sobre qué es eso tan raro de ser vasco y que, a algunos, les pone de los nervios.

El problema de nuestro trabajo parlamentario lleno de esperas en los aeropuertos, sesiones extenuantes plenas de rollos macabeos y de andar a salto de mata, suele ser encontrar tiempo para tratar de transmitir, desde la confianza que ha depositado en nosotros nuestro partido y la ciudadanía, lo que vemos, intuimos, combatimos y amamos. Y de esta reflexión ha salido este libro, “Somos Vascos”, que tiene en portada insinuado el mapa de Euzkadi hecho con las fotografías de diecisiete vascos a los que les hemos preguntado por qué lo son, o por qué se sienten vascos, hablando desde la sociedad y no desde los partidos.

Los entrevistados son: Antón  Borde, gudari y antiguo funcionario represaliado del Ayuntamiento de Bilbao; José Mari Bengoa, médico, colaborador del Lehendakari Aguirre en el Carlton, jefe de nutrición de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra; Juan Celaya, empresario; José Elorrieta, secretario general de ELA-STV; Javier Elzo, sociólogo; Pedro Miguel Etxenike, físico y ex Consejero de Educación; Mari Carmen Gallastegi, ex Consejera de Economía; José Mari de Gamboa, historiador, que fue soldado herido en Bastogne bajo las órdenes del general Patton; Daniel Innerarity, doctor en filosofía y Premio Nacional de Ensayo; José Angel Iribar, futbolista; Jean-Claude Larronde, historiador de Iparralde; Gregorio Monreal, ex rector de la UPV; José María Setién, obispo; Ramón Sota, naviero; Rafael Suso, experto en comunicación estratégica; Gloria Totoricagüena, investigadora de la Universidad de Reno y Xabier Unzurrunzaga, arquitecto.

 

 

LO QUE NOS MOTIVÓ A HACERLO

Toda obra humana es, en mayor o menor medida, deudora de otra u otras anteriores, que han expresado ideas o se han basado en métodos que, de alguna manera, pueden ser considerados como antecedentes. Hoy, esta secular percepción es más verdadera que nunca. En los albores del siglo XXI resulta prácticamente imposible descubrir ideas o esbozar proyectos radicalmente novedosos. Todo -se acostumbra a afirmar en muchos ámbitos de conocimiento- está inventado. El libro que acabamos de editar no constituye una excepción a esta regla. Es tributario -lo reconocemos sin ambages- del que, bajo el provocativo título Yo no soy español, publicó hace unos años el escritor catalán Víctor Aleixandre.

Cuando salió al mercado la edición castellana de la obra de Aleixandre –durante los años precedentes, la catalana había alcanzado ya un notable éxito editorial- Víctor tuvo la amabilidad de invitarnos a tomar parte en el acto de su presentación en Madrid. Presentar un libro con semejante título en un establecimiento comercial situado a muy pocos metros de la puerta de Alcalá y en uno de los momentos más truculentos de los muchos que jalonaron la mayoría absoluta/absolutista de José María Aznar era –aunque hoy, ya, pueda no parecerlo tanto- un gesto osado que –reconózcase-, en aquellos días no todo el mundo tuvo la valentía de llevar a cabo.

Pero el acto se celebró. Y, como cabía esperar, concluyó con bronca. Una parte del público asistente –minoritaria, ciertamente, pero bastante estridente- se puso en pie con gesto airado, y pronunció, sin hacer concesiones a la ponderación, todo tipo de improperios contra el autor del libro, su editor y las personas que participaron en el acto y abandonó indignada la sala, bufando sonoramente y dibujando en su cara antiestéticas muecas de desaprobación. A los que quedamos “plantados” por aquellos prófugos, nos pareció advertir en su primaria reacción, ciertos resabios del estilo intolerante y destemplado que caracterizaron al presidente Aznar durante su mandato imperial. Y nos pareció percibir, también, que los descalificantes argumentos que utilizaron mientras orientaban sus apresuradas zancadas hacia la puerta del local, rezumaban el mismo aroma rancio e inconsistente que destila el discurso habitual de esos colectivos ultranacionalistas españoles que, paradójicamente, se hacen llamar “no nacionalistas”.

 

Aquel curioso episodio despertó nuestro interés por el libro de Aleixandre, que tanto parecía disgustar a las gentes que todavía viven su identidad española en términos esencialistas, dogmáticos e intolerantes. Nos hizo sentir algo semejante a la espontánea y emocional atracción que toda persona de bien siente hacia los objetos que fueron despreciados por los personajes históricos más viles y encanallados, como Hitler, Stalin o Franco.

17 TESTIMONIOS

Pero más allá de lo que autorizaba a colegir lo sucedido en aquel accidentado acto de presentación, la lectura del trabajo de Aleixandre nos permitió darnos cuenta de que el amplio y elegido abanico de testimonios que el autor recoge en sus páginas, encierra una sugestiva reflexión en torno al sentido de la identidad catalana y sus formas de expresión. Una reflexión atinada, sin duda, en tanto que crítica con el dogma establecido; pero, sobre todo, muy oportuna en un momento en el que la férrea ortodoxia hispánica -siempre tan beligerante- arrojaba con fiereza al fuego del averno todas las afirmaciones de identidad que no encajaban en la rígida visión de lo español entronizada como “correcta”.

Inmediatamente despertó en nosotros el interés por realizar en Euzkadi un trabajo semejante. Nos dimos cuenta de que nuestra nación -la vasca-, necesitaba un trabajo como aquel, donde los ciudadanos vascos que profesan sin reparos un sentimiento de identidad de signo primordial o exclusivamente vasquista, pudieran encontrar diferentes modelos de referencia, formulados por diversas personalidades del mundo académico, social, deportivo, empresarial o eclesiástico. Y, modestamente,  nos pusimos manos a la obra.

Durante la confección de las entrevistas, que tuvo lugar entre los meses de enero y septiembre de 2004, Erkoreka, Beloki y quien esto firma convinimos en que el título que mejor se acomodaba al tenor de los testimonios que estábamos recogiendo, no era un enunciado que enfatizara lo que “no” se es, sino una proposición planteada en otra clave-o, si se prefiere, afirmativa- que, sobre todo, destacase lo que los entrevistados “son” o “se sienten”. Es sobre esta idea, sobre la que acuñamos el Somos Vascos que figura en la portada del libro en homenaje a Jesús de Galíndez que escribió sobre esto.

En Euzkadi -seguramente nadie lo pondrá en cuestión-, hubiera resultado sumamente fácil encontrar un grupo de personas dispuestas a proclamar a los cuatro vientos que no se sienten españoles. De hecho, la lista de entrevistados incluye a más de uno dispuesto a hacerlo sin reparos. Pero el sentido de las respuestas que nos han dado las personas que inicialmente seleccionamos para efectuar las entrevistas, tiende mayoritariamente a subrayar otra vertiente de sus sentimientos de pertenencia. El paraguas común que les había de dar cobertura, por tanto, había de mantenerse en esa misma línea.

En cualquier caso, creemos que el resultado final reviste un gran interés. Diecisiete testimonios personales de otros tantos vascos y vascas pertenecientes a diferentes ámbitos profesionales suministran un interesante material de reflexión en torno a la identidad vasca y el modo en el que esa identidad puede expresarse en sus respectivos campos de actuación. Este libro lo tiene usted en las librerías. Es fácil de leer pues son entrevistas y se leen de un tirón. Es nuestra pequeña contribución al momento actual.

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO

El que haya un pensamiento “políticamente correcto” en relación a ciertas esencias hispanas se debe fundamentalmente a un PSOE que no reivindica valores, principios, ni hechos históricos, ya que del PP, en su deriva hacia la extrema derecha, poco se puede esperar.

El gobierno socialista se ha vuelto a negar a reconocer la responsabilidad del gobierno español en el bombardeo de Gernika, con la peregrina argumentación de que ellos no tienen nada que ver con Franco, aunque al parecer muchísimo con quien Franco designó como su sucesor ya que éste 14 de abril rechazaron una iniciativa parlamentaria para recordar el advenimiento de la República en 1931, donde tuvieron dos presidentes de gobierno y miles de muertos. Lo mismo hicieron éste 26 de abril, 68 aniversario del bombardeo. Allí estuvo el gobierno alemán, una representación de la ciudad de Phorzheim, el Gobierno Vasco, la Fundación Sabino Arana, el hijo del corresponsal del “Times” Georeg Steer, el profesor Nicholas Rankin, y todos aquellos que cada año denuncian aquella barbarie para que no vuelva a repetirse. Y, sin embargo, faltó una representación de la Casa Real, que se prodiga ante cualquier sarao y del gobierno Zapatero. Eso debe ser el talante. La consagración de una monarquía a la que veneran y ante la que se inclinan como esencia de la españolidad, de lo políticamente correcto, y a la que hay que tratar como esencia de lo hispano excluyente, y a la que hay que tratar como en el franquismo se trataban las noticias en el Nodo. Es lo políticamente correcto. Ese es su sentido del estado. No lo es recordar aquella barbarie que el socialista Indalecio Prieto denunció en un artículo memorable.

Por otra parte, esta semana Fraga ha anunciado la convocatoria electoral para las elecciones gallegas. Un fascista que en Alemania, hoy, estaría en el ostracismo, da la noticia diciendo  que Galicia “será la Covadonga del PP para regresar a La Moncloa”, mientras su delfín, José María Aznar, entra en el Consejo de Estado como un Oliver Stone cualquiera, diciendo que estará allí “para que prevalezca la continuidad histórica de España”. Y, al parecer, también la de su cartera, ya que podrá acumular en este cargo, remuneración y estatus, los que le corresponden como ex presidente. Debe ser eso el “patriotismo constitucional”.

Pero con tanto follón como el que hay ha pasado desapercibida la noticia de que Alemania y otros cuatro países se oponen a que España reciba en el futuro los “fondos de cohesión” de la Unión Europea, de la que hoy es principal beneficiaria, gracias a que Felipe González le robó la cartera al canciller Kohl cuando éste se los concedió a cambio de que España estuviera en la segunda velocidad de la construcción de Europa. El Fondo de Cohesión es un instrumento de solidaridad intracomunitaria, cuya base legal no prevé las circunstancias atenuantes para el caso de que un socio de la Unión Europea, que se beneficia de él, pueda hacerlo si su renta per cápita rebasa el 90% de la media comunitaria. Ante tanto nuevo socio pobre que ha entrado, España lo tiene crudo con lo que, en Madrid, andan de los nervios porque se les chafa un jugoso ingreso que, por cierto, nunca ha venido a Euzkadi. Si a eso se le añade la propuesta del tripartito catalán de un Concierto Económico camuflado, ya me dirán ustedes lo que harán en el futuro los que desde el gobierno manejan los presupuestos utilizando el argumento de que lo políticamente correcto es lo que deciden ellos.

Esta misma semana, en el Senado, se ha aprobado una moción de CiU donde se recordaba que desde Catalunya se había denunciado en repetidas ocasiones el déficit  de las inversiones del Estado en infraestructuras. Los kilómetros de autopista de peaje doblan en Catalunya a los kilómetros de autovías, en concreto 460 kms frente a 225 kms. Desde el Grupo catalán no sólo denunciaban esta situación sino la falta de sensibilidad y su deslealtad institucional.

Como se ve, una situación como para andar con brújula. Y tomando Valium.

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