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Javier Balza consejero de Interior y responsable del área de política de 'think gaur Euskadi 2020'

"Hablar de un Estado vasco puede quedar bien en un mitin, pero hoy no es una prioridad social"

'Think Gaur Euskadi 2020', el proyecto de futuro del PNV para la sociedad vasca, enseña el lado más político de Javier Balza, una voz ligada a delitos, detenciones, ETA, conflictos sindicales... a cuestiones propias de quien desde los últimos nueve años dirige la Consejería de Interior

Amaia Artetxe/igor Camaño

bilbao. Habla Javier Balza, militante del PNV, no el consejero de Interior. El afiliado al que su partido ha encargado adaptar la actuación política del PNV al siglo XXI. Aboga por primar la participación ciudadana directa a través de consultas y pone como ejemplos a EEUU, Suiza o Suecia. "A mayor nivel de formación y a mayor nivel socioeconómico, mayor interés en la participación", añade. "No vale con decir que la política ha perdido atractivo para la ciudadanía, porque eso es decir que la democracia ha perdido atractivo para la ciudadanía; lo que hay que hacer es acertar en buscar cauces de participación", alienta.

Viendo la experiencia con la consulta que plantea el lehendakari, muchos partidos no parecen estar por la labor.

Porque la gran mayoría sigue anclada en esquemas tradicionales, en los que un señor, sea el presidente del Gobierno español o el secretario general de un partido, decide qué pueden o no pueden hacer los ciudadanos. Estamos hablando de lo contrario, de que sea la ciudadanía la que marque las pautas de la actuación pública.

¿Ya hay interés por cambiar?

En el PSOE y en el PP hay un miedo real a la respuesta, no a la consulta, porque pueden encontrarse con sorpresas sobre su línea política. Una sociedad preparada y moderna puede dar sorpresas en temas esenciales de la política. Si es la ciudadanía la que dice "basta de historias, queremos soluciones, ábrase un proceso de diálogo político para abordar las cuestiones de fondo político", ésta es una apelación que puede resultar muy incómoda para PSOE y PP, que siguen anclados en que las decisiones importantes para este país se tomen en Madrid.

Abogan por una segunda transición. ¿Es el fin del modelo estatutario?

El PNV supo acertar en la apuesta por el Estatuto. Hay que admirar a quienes decidieron entonces porque ni se fueron al extremismo de Txiberta ni aceptaron un esquema de comunidad autónoma ordinaria, sino que se dio la importancia que tenía a la identidad nacional. El Estatuto fue una buena mezcla de las dos cosas: seguridad y apuesta por lo político. ¿Y en qué se convirtió esa apuesta? En el Estatuto Bai, que es el resumen de la primera transición. ¿Qué nos encontramos? Por parte del Estado, y da igual quién lo gestione, ha habido en treinta años una línea continua de equiparar este país a la gestión de cualquier otra autonomía. Ha habido una decisión política de olvidar que el Estatuto Bai significaba sí a la plurinacionalidad, a una apuesta política singular y bilateral entre Euskadi y el Estado. Y no voy a ser yo quien ponga en duda los efectos positivos del Estatuto, porque hemos colocado al país a la cabeza de Europa, hemos afianzado la identidad nacional vasca y hemos dado un paso histórico en la institucionalización del país, aun con defectos. Pero no parece, por el parón de los últimos diez años, que vayamos a seguir en esa evolución. El Estatuto Bai requiere una revisión. Alrededor del 40% de la sociedad vasca actual no estuvo en esa opción por cuestiones de edad. Por tanto, es muy lógico desde un punto de vista no ya político, sino social, abrir este proceso de reflexión para ver qué país y qué acuerdos políticos queremos tener en las próximas décadas. El Estatuto no está agotado, está agotada la primera transición. Necesitamos un nuevo punto de encuentro.

Ese éxito innegable en nivel de bienestar, de autogobierno, ¿no es un freno para esa segunda transición?

Sí, si se presentan opciones caducas y agotadas. El camino en la sociedad vasca actual no es el de la confrontación y la reivindicación, sino el del consenso social y de convertir en política lo socialmente admitido. Nuestros jóvenes se sienten vascos y reflejados en un idioma y en unos signos que viven con naturalidad. No vayamos a ellos con esquemas de lucha y reivindicación, sino con esquemas de garantizar la convivencia. Tampoco podemos fallar en tener muy en cuenta la pluralidad de la sociedad. Las referencias identitarias y políticas de un porcentaje alto de la ciudadanía no son las del nacionalismo. Es fundamental contar también con esa parte de la sociedad, no hay otra forma de hacerlo, porque es tan sociedad como la nacionalista. Esto del producto elaborado y prefabricado que me lo compran los míos ya no vale.

¿Cómo se articula el concepto de identidad nacional y esa pluralidad?

Puede parecer que me estoy cerrando en un círculo vicioso, pero no. La forma de conjugar avance en cuestiones políticas y pluralidad es con más sociedad, con más participación, con menor producto prefabricado para la campaña electoral, con más política abierta durante toda la legislatura. Garantizando la participación vamos a tener siempre en cuenta la referencia de las distintas identidades.

Volviendo al tema de la segunda transición, hay partidos que no quieren tocar ni una coma del Estatuto.

No hay más piedras ahora que en 1978; hay muchísimas menos. Había dos hipotecas fundamentales entonces, que eran el riesgo de involución antidemocrática y una crisis económica bestial. Yo ahora no hablaría de piedras por la poca disposición de los partidos de referencia estatal a admitir estos cambios. Representan a una parte fundamental de esta sociedad y quiero entender que su negativa es de buena ley y legítima, sincera. Aquí la única piedra que tenemos hoy en día es ETA. El resto son desacuerdos que son naturales en política y se deben vivir con total normalidad. No creo que tengamos problemas especiales; al revés, tenemos buenas plataformas, buena situación económica, social y política para abordar este cambio. Salvo ETA.

¿Casan nacionalismo y globalización?

Si por nacionalismo entendemos el nacionalismo del siglo XIX, de constitución de soberanías, mal. Choca con los modelos del mundo global. Pero los teóricos más avanzados son claros defensores de preservar la identidad de lo local para poder actuar con firmeza en lo global. Think globally, act locally. Creo que es un resumen perfecto. Que tengamos una política en la que sigamos reconociéndonos en nuestra identidad histórica y que sigamos manteniendo nuestros signos de relación y de identidad creo que es muy positivo para no perdernos en esa globalización. No es un reto, es una maravilla que podamos tener el mundo entero a nuestra disposición.

¿Cuál sería el ideal de relación tanto con España como con Europa para tener una presencia óptima en esa realidad? ¿Un Estado vasco?

No hay que perder el norte de lo que tu sociedad te exige. Hablar de un Estado vasco puede quedar muy bien en el mitin de turno, pero no está en las claves sociales de hoy día. El modelo de relación que realmente es importante para mantener la plataforma de bienestar que hoy día tenemos es Europa, es Bruselas, no Madrid. Con Madrid tenemos que resolver una cuestión política; la cuestión económica y social se resuelve en Bruselas. Madrid no nos aporta nada en ese sentido. Con Madrid tenemos que resolver un problema político histórico porque, si no lo resolvemos no nos va a dejar hacer el proyecto que decimos mirando al mundo globalizado, porque vamos a seguir atascados en unas relaciones y conflictos del siglo XIX. Y ésa es una etapa que tenemos que cerrar. Este país está abierto al mundo y tiene una potencia extraordinaria. Como sigamos hablando de lo que dice el artículo tal de la Constitución nos quedamos atascados en ello.

¿Eso cómo se articularía? ¿Tienen alguna fórmula pensada?

Está por hacer y, precisamente, Think Gaur debería servir para aportar las claves de ese nuevo pacto. Una es 'no imponer, no impedir'. Esto es un reconocimiento de respeto mutuo entre el Estado y Euskadi. No impedir la acción política que lleve a cabo esta sociedad y no imponer una acción política que nace de una parte de esta sociedad. Tenemos que pactar y no valen los vetos. Otra fundamental es que hay que establecer una reforma constitucional o estatutaria que marcaría esa segunda transición de la que hablábamos, una fórmula que no marque la supeditación política que hoy día existe entre Euskadi y el Estado.

¿En qué sentido?

Lo que no ha funcionado en la relación de estos treinta años ha sido que, al final, proyectos asumidos por las mayorías de este país dependen de que determinadas instituciones del Estado digan sí o no. El ejemplo de Catalunya con el Estatut me parece ofensivo socialmente. Esto no es serio, no es política del siglo XXI. Es un insulto a la sociedad, el ejemplo de lo que no hay que hacer. No cabe seguir planteando en Euskadi 2020 elementos de subordinación casi personal en la relación con el Estado español. Tenemos que reinventar el pase foral. Y no quiero escandalizar a nadie. Quiero decir que cuando una clara mayoría institucional y social en Euskadi tome una decisión que es básica para su economía, progreso, bienestar o desarrollo político, no puede quedar hipotecada por la decisión directa y personal de unos señores fuera de aquí. Hay que buscar una fórmula para preservar que las decisiones fundamentales que se toman en este país se apliquen y que decisiones que se toman en el Estado español y que aquí mayoritariamente se entienden contradictorias con la voluntad popular, por ejemplo la Ley de Partidos, no se apliquen aquí. Tiene que haber fórmulas de garantía de las dos naciones, la española y la vasca.

¿Se refiere al derecho a decidir?

El derecho a decidir es que mis decisiones tomadas democráticamente, de forma claramente mayoritaria y con todas las garantías de participación -y por eso es fundamental el concepto de pluralidad-, se respeten. Cuando se ha reunido todo eso, eso es la política que se hace en el país y no puede paralizarla una decisión completamente ajena.

Europa es una de las prioridades del PNV, ¿cómo se puede reforzar la presencia vasca en la UE?

No lograremos un avance evidente en la presencia política en Europa -la social y empresarial está lanzada- si no conseguimos esa cláusula de respeto en Madrid. En Europa, el lobby que más funciona es el de los Estados y muchos de ellos tienen este tema resuelto, como Alemania. El ministro de Interior bávaro siempre acude a las reuniones del Consejo de Ministros sobre inmigración, porque Baviera es la que tiene frontera con el Este, y decide y vota por Alemania.

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