Iritzia
23Martxoa
2006
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Tiempos sin ETA

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Martxoa 23 | 2006 |
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El Parlamento Vasco aprobó el 15 de febrero de 1.990 un texto sobre la autodeterminación de Euskadi que extracto: “El Pueblo Vasco tiene derecho a la autodeterminación (...) derecho que reside en la potestad de sus ciudadanos para decidir libre y democráticamente su estatus político, económico, social y cultural, bien dotándose de un marco propio o compartiendo, en todo o en parte su soberanía con otros pueblos (...) el ejercicio de este derecho tiene como finalidad la construcción nacional de Euskadi, un proceso dinámico, gradual y democrático, integrado por el conjunto de decisiones que el Pueblo Vasco adopte (...) siendo el Pueblo Vasco el titular del derecho a la libre determinación son sus instituciones representativas, en cuanto depositarias de su soberanía, las únicas legitimadas para impulsar su ejercicio (...) este Parlamento está legitimado para promover y definir las iniciativas que tuviesen por objeto hacer posible la consecución de las aspiraciones de los ciudadanos vascos”.
ETA, después de la transición política de la dictadura a la democracia ha sido baldón, causa y excusa, razón y tapadera, aducida por muchos para rehuir esta reivindicación democrática del nacionalismo vasco, o cuando al menos para dificultarla en extremo. Su accionar terrorista manchaba y prostituía en grado sumo plantearla con una mínima naturalidad y normalidad. Pero la persistencia de la violencia no debía silenciar una reivindicación política, trabajar por la construcción de un escenario para la Paz no estaba en contradicción con el derecho legítimo de proclamar el derecho del Pueblo Vasco a decidir democráticamente su estatus político, económico, social y cultural, bien dotándose de un marco propio o compartiendo, en todo o en parte, su soberanía con otros pueblos. Pero resultaba difícil. La defensa de la vida, la lucha contra el terrorismo, no aceptar que ETA condicionase el debate político y liderar con determinación la lucha a favor de la Paz y la normalización, contestar democráticamente a ETA no estaba en contradicción con el ejercicio de este derecho que tiene como finalidad ir haciendo nación vasca, en un proceso dinámico y solidario, gradual y compartido. Pero resultaba difícil. La normalización, la lucha contra ETA no debía ser incompatible con la aspiración mayoritaria de la sociedad vasca de lograr las máximas cotas de autogobierno, con consolidarlas jurídicamente, incluso sometiéndolas a consulta o referemdun. Pero realmente resultaba complicado. ETA no tenía derecho para impedir pasar página en la historia de Euskadi y nos había creado un estado de excepción de las ideas, ETA realmente nos había sometido a una censura en el calendario de las aspiraciones. Ahora, no existe la excusa de ETA. Es la hora.
 
Venimos de lejos y queremos solidariamente continuar seguir siendo, seguir y continuar amablemente con otros, empezando por los vecinos. Afirmamos que los vascos también tenemos derecho y legitimidad democrática para decidir y pactar, ser y negociar, lo que queremos ser en el concierto político internacional. No es una novedad caprichosa, no es moda artificial, no es efímero invento, no es una cuestión baladí. La denominación del ser de Euskal Herria y su poso como ente diferenciado, como nación que diríamos hoy, su apelación, ya era una realidad en el siglo XVI en la pluma del escritor Joannes Leizarraga, en boca de la reina de Navarra Joanna de Albrete, en lo que fue el primer libro en euskera “Linguae Vasconum Primitiae” del Bajo-Navarro Bernart Etxepare en el que habla del euskera como “lengua propia del conjunto de todos los vascos”, era realidad en el siglo XVII, en Axular de Lapurdi autor del Gero en el que afirmaba que Euskal Herria lo componen siete territorios: Navarra, Baja Navarra, Zuberoa, Lapurdi Bizkaia, Gipuzkoa y Alaba. La nación “vascongada” estaba en las reflexiones Manuel Larramendi muerto un siglo antes del nacimiento de Sabino Arana cuando afirmaba “¿Qué razón hay para que la nación vascongada no sea una nación de por sí, nación exenta o independiente de las demás?”.
 
La nación vasca, las reflexiones sobre su conciencia y su ser, sobre sus derechos y su identidad no son invenciones ni del Gobierno Vasco, ni del PNV ni de su fundador. El ser de Euskadi, las reflexiones sobre su ser y su identidad, sobre su voluntad de seguir siendo son anteriores, anteriores obviamente a las constituciones españolas y francesas, anteriores obviamente a ETA. ETA en su accionar violento en democracia había sido baldón, causa y excusa, razón y tapadera, obstáculo permanente para que el nacionalismo democrático pudiera haber desplegado todo su potencial ideológico y democrático, legítimo y pacífico al desnudo sin la sombra enfangante de la violencia, sin la vergüenza de la amenaza y sin la chulería de un matonismo sectario e impropio de la Euskadi del 2006. ETA sobraba desde hace décadas, y quizás, si se me permite el énfasis y dicho con todo el solemne respeto y consideración a todo su victimario, últimamente sobraba más que nunca y era un auténtico insulto al sentido común, a la inteligencia de las personas, era un baldón para el progreso de Euskadi, era un obstáculo a la salida de un contencioso que le precedía y que lo había criminalizado hasta extremos realmente crueles. ETA dificultaba la paz, la normalización y el futuro compartido. ETA desangraba la causa vasca y la bondad del ser humano. La paz, esa paz y esa normalización tan deseada y necesaria en Euskadi también debía aquí ser posible. Un proceso de este estilo seguramente será largo y laborioso, con dientes de sierra, contradicciones, avances y retrocesos, tiempos de alegre esperanza y tiempos de desasosiego. Y este reto que hoy nos apremia no es sencillo, requiere no abordarlo con fórmulas retóricas o simplistas y requiere voluntad, honestidad, tenacidad, responsabilidad, sentido de la historia, visión de futuro, pero sobre todo férrea determinación de querer dejar un futuro mejor. Requiere moverse. Urge prioritar la necesidad de desarrollar un proceso real que normalice la convivencia política y la construcción de un escenario de paz, pues sin ella es imposible construir futuro político sobre las bases de libertad y de libre adhesión. Estamos obligados a mirar al futuro promoviendo y fomentando las relaciones entre las diferentes partes integrantes de la sociedad vasca. Era indispensable, imprescindible y fundamental una tregua definitiva de ETA facilitadora lógicamente de futuros y responsables gestos mutuos de distensión. Ya está. Procede ahora una izquierda abertzale legalizada en cualquiera de sus denominaciones que acate y respete el juego democrático fundamentado en mayorías y minorías. Procede que los poderes del estado sean modelo en la defensa de las libertades ciudadanas, modelo en el más exquisito respeto a los derechos humanos de todos y en todas las circunstancias, y modelo en el respeto, exquisito también, con la voluntad mayoritaria democráticamente expresada en las urnas por parte de la ciudadanía vasca.
 
A pesar de la violencia pasada, del sectarismo partidista y por encima de los desánimos y desesperanzas, de los amagos de unos y de los engaños de otros, a pesar también de los partidarios de la España centralista y unitarista, uniformista y rancia, de charanga y pandereta, situándome por debajo de las tormentas cronificadas y tempestades coyunturales comparto la esperanza de que siempre amanece y escampa, de que siempre sale el sol y de que la esperanza es lo último que se pierde. “Tiempos de paz” y de deseo, de ambición, anhelo y perspectiva. “Temps de Paix” y de pasión, sueño, querencia, ansia y futuro. “Peace Time” y de ganas, afán y esperanza. “Bake Garaiak” de aspiración, ilusión y expectación. No hay ninguna otra posibilidad.

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