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Un año después

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Urtarrila 06 | 2006 |
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Se ha cumplido un año de la aprobación del proyecto de Estatuto Político de la Comunidad de Euzkadi (el mal llamado ‘‘plan Ibarretxe’’). Es cierto que recibió únicamente los votos del ‘‘tripartito’’ y tres votos condicionados y matizados de Batasuna. Aún así, consiguió la mayoría absoluta en Euskadi. El proyecto fue rechazado por las Cortes generales. Sin embargo, se convertía en el horizonte estratégico para el nacionalismo mayoritario para un futuro más o menos inmediato.
Tras la muerte de Sabino de Arana, el programa del PNV tuvo como eje la reclamación de la vuelta a la situación anterior a 1839 y 1798. Es decir, la reintegración foral plena para los territorios vascos. En los años de la Gran Guerra (1914-1918), el nacionalismo vasco planteó un régimen de autonomía que tuvo como máxima expresión el manifiesto de las Diputaciones de Bizkaia, Araba y Guipúzcoa de 1917.

En aquellos días, ni la izquierda, ni la derecha (esta muy mayoritaria) querían oír hablar de nada que ni siquiera se pareciera a la descentralización administrativa.

En nacionalismo vasco entró en la década de los 1920 dividido. Casi inmediatamente, un golpe de estado impuso una dictadura militar que se prolongó hasta 1931. El 14 de abril de este último año, se proclamaba la República española que abría las puertas a las ‘‘autonomías regionales’’. El nacionalismo vasco cometió el gran error de pactar con los carlistas y las derechas en la Minoría Vasco-Navarra.

Tras distintos avatares, el 1 de octubre de 1936, se aprobaba el primer Estatuto de Autonomía y el día 7 se constituía el primer Gobierno vasco, presidido por un miembro del PNV, José Antonio de Aguirre y Lekube. Habían pasado diecinueve años desde que se hiciera el primer planteamiento autonomista y cuarenta y tres desde que se produjese la primera declaración nacionalista (el Juramento de Larrazabal).

La dictadura franquista y posfranquista (1936-1977) violentó los derechos individuales y colectivos de los vascos durante cuatro décadas: suspendió la autonomía y abolió el Concierto económico de Guipúzcoa y Bizkaia a las que consideraba ‘‘provincias traidoras’’. La recuperación de la autonomía y del Concierto quedaba, desde entonces, vinculada a la restauración de un régimen democrático en el Estado español.

Entre 1976 y 1978, Juan de Ajuriaguerra Otxandiano que, en aquellos momentos, constituía la máxima autoridad moral del nacionalismo mayoritario, se mostraba (en una entrevista en televisión) partidario de una estructura federal del estado (artículo en "El País") y, desde luego, consideraba que el PNV no podía quedarse fuera del consenso constitucional. En aquellos días, en un estado federal, podría encajar el viejo programa nacionalista de la reintegración foral plana.

Por aquel entonces, las derechas, especialmente, organizaciones e individuos procedentes del franquismo, mantenían una postura incluso agresiva contra algunas manifestaciones vascas. Recordar las manifestaciones de Aldolfo Suárez a ‘‘Paris Match’’ sobre el euskera, o las de Manuel Fraga en Venezuela sobre la ikurriña.

Aún así, en 1979, se aprobó un Estatuto de Autonomía (hoy, mutilado e incumplido en partes esenciales) y, en 1981, se restituía el Concierto económico (que sigue siendo cuestionado y atacado).

Pasaron los años, el PSOE y las derechas se hicieron rabiosamente autonomistas hasta el punto de que el último Euskobarómetro (noviembre de 2005) considera extinguidos a los partidios del centralismo. Este hecho constituiría uno de los triunfos históricos del PNV, especialmente si seguimos las tesis de Patxo Unzueta y José Luis Barbería («hay autonomía porque hay nacionalismo»).

Volviendo al Euskobarómetro se dice que «mientras que la situación de denuncia a insatisfacción nacionalista y gubernamental con el autogobierno lleva a una mayoría creciente de vascos (58%) a considerar que es aceptable la idea de que el Estatuto vasco está agotado y hay que superarlo». Desde el nacionalismo democrático, frente al viejo "estatuto agotado", se propuso el Proyecto de Estatuto Político que fue aprobado por el Parlamento vasco.

En las elecciones de 2001, se produjeron tres acontecimientos esenciales: por si había alguna duda, se manifestó la existencia de una nacionalismo vasco mayoritario a pesar de ETA y Batasuna. Que la mayoría de los nacionalistas, no solo rechazaban cualquier expresión de violencia sino que eran capaces de reaccionar y unir sus fuerzas (votos) para parar los pies al nacionalismo español en el momento en que este constituía una amenaza real. Y, en aquel momento, el tándem Mayor Oreja-Redondo Terreros constituían esa amenaza. En tercer lugar, la percepción de que el nacionalismo vasco era la fuerza que garantizaba mejor la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos inclinó la balanza a su favor. Este último hecho hizo exclamar a Mario Onaindia: «La mitad de la población vive como Dios, como no ha vivido en su vida y no quiere saber nada de riesgos no sea que les vaya a arrebatar el poder».

Constataba, por un lado, el fracaso de Lizarra y, por otro, el enfrentamiento creciente entre el PSOE y el PP, desde que el convencimiento de que el viejo Estatuto de Gernika estaba agotado, correspondía al PNV tomar la iniciativa, iniciativa que cedió al Lehendakari.

Esta última, respaldada en la CAV, fue rechazada en Madrid. Pues bien, a pesar de este hecho y del "retroceso electoral", un 58% de la población cree que el texto autonómico está agotado y que hay que superarlo. A la vista de la historia, ¿podría considerarse la propuesta de nuevo Estatuto Político como algo del pasado?

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