Iritzia
15Azaroa
2005
15 |
Iritzia

En lo que creo que creo

Iritzia
Azaroa 15 | 2005 |
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Con todas las contradicciones personales humildemente reconocidas, pero a su vez realmente molesto, incluso un punto escandalizado por la manipulación sistemática que se produce por parte de la derecha más extrema española, la denominada Conferencia Episcopal Española, la COPE y el PP, uno se resiste a permanecer largo tiempo indiferente ante tal dislate. Quisiera afirmar que ante el Dios de esa emisora, ante el Dios de los obispos españoles, ante el Dios del PP, de Aznar, de Acebes y de Zaplana, de Rouco y compañía, es decir, ante el Dios de los que mienten, incitan al odio, ante los que manipulan con sabida impunidad, ante el Dios de los que calumnian y difaman, ante el Dios de la derecha amoral de siempre y que utiliza los medios de comunicación para ejercer chantaje político y moral para amedrentar a sus oponentes, manifiesto que en ese Dios, solemnemente lo digo, no creo. No. Tampoco creo en el Dios de aquel Franco bajo palio, ni tampoco en el de aquel cardenal Gomá, por mucho cardenal que fuera, ni en el de Pinochet, Rockefeller, Reagan o en el del actual presidente de los EE.UU., cuyo nombre me ahorro escribir.
Sí creo, en cambio, en el Dios de Luther King, de Oscar Romero, Casáldiga, Ellacuría, de Setién y de Uriarte, de Leonardo Boff y de Ernesto Cardenal, de Aitzol y de Martín Lecuona, sacerdotes vascos fusilados por los golpistas del 18 de julio de 1936. Yo creo que creo en el Dios de Jesús que hermana fe y justicia, evangelio y liberación, religión y emancipación. Sí creo en ese Dios de Jesús. En aquel Jesús de Jerusalén y de Nazareth. No veo a ese Jesús en el que creo en los boatos del Vaticano de Roma, menos en la reunión de los obispos españoles. Yo en ese Dios de oropeles rojigualdas que se permite mentir sobre las legítimas ansias de autogobierno de muchas personas, fieles y pueblos, no puedo creer. Creo creer en el Jesús crucificado por escandalizar lo establecido y lo políticamente correcto, por enfrentarse a sus compatriotas judíos colaboracionistas e hipócritas. Creo en un Jesús que enfrentado a los suyos mismos, a la historia, al presente y al mismo futuro. Creo en aquel que apostó por un mundo mejor y por la igualdad de la mujer. Creo que creo en un Dios Jesús que proclama la solidaridad, la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, el optimismo y la vida plena. Y la alegría de poder vivir con los seres queridos. Creo en un Dios Jesús que se decantó por los oprimidos y marginados. Creo que creo en un Jesús bueno, rebelde, inconformista, justo vital, alegre, que habló de libertad, de alegría, compromiso y futuros compartidos.

Creo en un Jesús que iguala radicalmente, y sin tapujos ni mojigatas reservas, a todos, hombres y mujeres, mujeres y hombres, padres y madres, amigos y amigas, hermanos y hermanas. Amantes todos ellos y ellas. Ellas y ellos. No creo en el Dios Jesús de los cardenales inquisitoriales, castradores de uno mismo, de su ser y de la historia en positivo. Tampoco creo en el Dios que niegan los ateos.

Creo sinceramente que el lenguaje sobre Dios es polisémico y desorientador en grado supremo. Se impone un drástico discernimiento de significados y de referencias. Aunque creo firmemente que la vida de uno mismo, de cada persona, consiste en equivocarse cada uno a su manera, yo quiero creer que ante estas cuestiones Jesús lo tenía relativamente claro. Es lo que realmente pienso y que aunque desordenadamente en parte da sentido a mi vida, con todos sus aciertos, errores y multitud de contradicciones vitales. Quiero creer que acierto en lo que creo.

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