Y es dueño de su silencio, de su quietud interior, de su viveza desprendida, de la profundidad de un compromiso, de lo indeleble de una imagen, de su propia confusión incomprensiblemente tolerada. Dueño de su capacidad de reposar, y dueño de la frescura pasada, de su seguridad a veces aparente, de su creatividad tan intensa como la acción al límite. Dueño de la felicidad que lejos de alcanzarse satisfaciendo de inmediato la necesidad, requiere un aplazamiento, porque no es posible disfrutar de lo que se ve si no se tiene conocimiento de lo que se está viendo y viviendo, aún en sueños, aún en borrosas imágenes progresivamente deterioradas, sin cuerpo ni instrucción. Pero, por desgracia a menudo, el aspecto que mejor define al ser humano es su capacidad para identificarse con un grupo o un sistema de creencias hasta el punto de sentir indiferencia por los dictados de la razón, por su interés personal, e, incluso, por su propio instinto de supervivencia. Y cuando cambia la percepción del transcurrir del tiempo y ya no se siente éste como algo interminable, sino escaso, y por eso se ensalza el vincularse al ritmo preciso de las cosas y a su latido natural... me acuerdo de ti. Y no te olvido. No quiero olvidarte, quizá ni debo. Ni mucho menos, puedo.
Me acuerdo y no te olvido, compañero y amigo muerto hace treinta años al alba de un 27 de septiembre del año 1975, poco antes de la muerte del Dictador. Fusilado tiro a tiro por dedos anónimos que apretaron los gatillos del crimen mientras tú cantabas el "Eusko Gudariak". Eran los estertores del franquismo. El fascismo tocaba a su fin. Me acuerdo y no te olvido, Txiki, compañero y amigo porque a pesar de lo que ha llovido no todo tiene valor de cambio mercantil. Y cuando la finitud inspira y provoca a esa vocación de vivir más intensamente lo que tenemos, y de pasar de tener una idea -y aferrarse a ella- a pasar a la imperiosa necesidad de tener que buscar la capacidad de relacionarlas, entonces, en ese momento, con el viento y al alba te deseo Txiki, en este bisoño otoño de este recién desflorado tercer milenio, que la tierra vasca donde quizá ya no estés te siga siendo leve. Porque despreciar el que todos los seres humanos seamos diferentes, pero a su vez, iguales en cuanto a derechos y obligaciones como personas y ciudadanos, nos puede llevar -así lo atestigua la historia de la humanidad desde sus comienzos- a una encrucijada moral e intelectual, a una brutal y cruel contradicción. Contradicción entre, por un lado, nuestra relativamente fácil capacidad física de arrancar la vida, robarle el ser y arrebatar la conciencia única a un semejante, y por otro, la absoluta incapacidad humana de lograr descifrar el enigma de lo que significa negar unilateralmente la vida y el ser a otro semejante en un acto de suprema violencia física. Acto de violencia física que no tiene vuelta atrás, que es irrepetible, no rectificable, ni modificable, ni alterable en el tiempo. Un acto violento definitivo que genera dolor y odio inclasificable, complejo, agudo y cuyos límites nos implican y manchan, señalando inevitablemente y sin escapatoria posible a todas las personas, a todos nosotros, de una manera u otra. Treinta años más tarde te deseo, serena pero emocionadamente, que la tierra vasca a la que todos volveremos y en la que quizás ya no estés, te siga siendo leve Txiki, Jon Paredes Manot, compañero, amigo, recuerdo y compromiso permanente para con Euskadi y los vascos.
Es verdad que la inmensa e infinita caja de pandora de víctimas por todos los lados, dolores inflingidos por unos y otros, afrentas mutuas, sangres derramadas, asesinatos de diferente color, lágrimas amargas y rechinar impotente de dientes marca nuestra historia, la cercana y la más lejana. Pero el futuro nos lo demanda; nuestros hijos, hijas, nietos y nietas y demás nos exigen algo diferente y en positivo históricamente. Sin olvidar cada uno todo lo suyo y lo de los suyos, y sus percepciones, tormentos y torturas particulares, sus cárceles y muertos, sus lágrimas disimuladas a duras penas y todo lo que uno estima ética e históricamente correcto, sus amarguras y frustraciones. Aciertos y errores. Por Euskadi y su futuro, por la esperanza y la reconciliación vasca, sin amnesias, con generosidad. Mañana, paz y respeto mutuo. Ideas y vida. Nunca más la violencia. Todas las balas son asesinas. Que la cosecha de la fascinación por el valor de la entrega a la causa de Euskadi y la libertad, sin esperar nunca nada a cambio y por medios democráticos, sea recolectada por las generaciones futuras. Ojalá, de corazón. Al alba, agur Txiki.