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2005
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Del Arriaga a Ermua, pasando por Ajuria Enea

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Abuztua 30 | 2005 |
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Seis años de tensiones habían dejado al PNV exhausto. Algunas organizaciones municipales con más de ochenta años de historia, como la de Lekeitio, quedaron al borde de la extinción, pasando de más de seiscientos afiliados a treinta y cinco. Muchos éramos partidarios de pasar a la oposición… y, sin embargo, comenzó una recuperación lenta pero inexorable del nacionalismo vasco en JEL.

Es bueno recordar algunos datos. Tras las elecciones autonómicas de 1986, el PSOE, EE y EA trataron de ‘‘enviar al PNV a la oposición’’. No lo hicieron sólo porque no hubo acuerdo sobre la Lehendakaritza. Constatado el fracaso de las negociaciones, a los socialistas sólo les quedaban dos salidas: buscar un acuerdo con la fuerza más votada (el PNV) o ir a la convocatoria de nuevas elecciones. Asimismo, no hay que olvidar que en 1986 Euskadi atravesaba una de las peores crisis económicas de su historia, con índices de desempleo, que en algunas comarcas llegaban al 30 por ciento, cuya gestión correspondía en exclusiva al PSOE.


Luego vinieron las elecciones municipales. En 1987, el PNV había perdido, entre otras, las alcaldías de Donostia, Gasteiz, Irun, Barakaldo,… EA, asimismo, se hizo con las alcaldías de Gasteiz y Donostia y la Diputación foral de Gipuzkoa (Murua), mientras que el PSOE conseguía, por ejemplo, todas las alcaldías de la Margen Izquierda entre Santurtzi y Basauri, además de las de municipios emblemáticos como Irun o Eibar o la Diputación foral de Araba (Buesa). HB se hizo con las alcaldías de municipios menores, aunque asimismo significativos.


Comenzó una etapa de Gobiernos de coalición en los que participan junto al PNV, PSOE, EA y EE en diferentes etapas. En este periodo, mientras que EA, buscando su ‘‘espacio propio’’, iniciaba un retroceso cuantificable; lo que quedaba de Euskadiko Ezkerra (de la que se había desprendido Euskal Ezkerra) se integra en el PSOE. La recuperación electoral del PNV es más evidente en Bizkaia (territorio en el que había mantenido la Diputación foral -Pradera- y la alcaldía de su capital -Ortuondo-). Hay un dato correspondiente a este periodo que no debemos olvidar. El PNV de Gipuzkoa, presidido por Joseba Egibar, entregó la alcaldía de Donostia a Odón Elorza, evitando que repitiese un candidato abertzale (Albistur).


Para la nueva etapa se readecuó el discurso. Fue lo que se conoció como ‘‘discurso del Arriaga’’, pronunciado por Xabier Arzalluz en el teatro bilbaino de este nombre y que era la síntesis de lo aprobado por la Asamblea del PNV. En el período preparatorio de la misma se realizó la primera recopilación exhaustiva de los programas y reglamentos del partido desde 1894 (Euzkeldun Batzokija) hasta la fecha. Si uno tiene la paciencia de leer con calma lo aprobado en Zestoa (que son las bases del ‘‘discurso del Arriaga’’) se puede ver que los principios ideológicos y estratégicos están en la línea de la Declaración del EBB de 1949, refrendados en la Asamblea Nacional de Iruñea de 1977.


En 1982, el PSOE había ganado las elecciones generales por mayoría absoluta, llevando al Felipe González al palacio de la Moncloa. En la campaña electoral previa pronunció un discurso en Anoeta, que podía calificarse de ‘‘autonomista avanzado’’. Pero, fue sólo un espejismo. El Gobierno mantuvo la LOAPA (que suponía la ruptura de hecho del pacto autonómico de Gernika) incluso cuando el Tribunal Constitucional la había desmantelado. Los socialistas, asimismo, retuvieron las competencias en materia de industria (y que correspondían a la CAV, según el Estatuto), diseñando una reconversión a su medida en la que, en principio, se beneficiaba a los afines ideológicos. Por lo que se refiere a la lucha contra ETA, se utilizaron vías legales y otras de ‘‘terrorismo de Estado’’, que llevaron a la cárcel, además de algunos policías y guardias civiles, a un ministro (Barrionuevo), un secretario de Estado (Vera), un director general de la Policía que, además, había sido gobernador civil de Bizkaia y alcalde de Ermua (San Cristóbal), el delegado del Gobierno (Elgorriaga), un secretario del PSE en Bizkaia (García Damborenea), o un general de la Guardia Civil (Rodríguez Galindo). Es cierto que, mientras esto ocurre, representantes del PSOE intentaron un negociación con ETA en Argel.


ETA militar, por su parte, no paraba. Si hubo un tiempo en que la mayor parte de sus activistas proceden de ‘‘las faldas del Txindoki’’, la nueva generación son, en gran parte, hijos de la reconversión (y de la inmigración): Iglesias Chouzas, Caride Simón, Rego Vidal, De Juana Chaos, Troitiño Arranz,… El atentado contra Hipercor en Barcelona marcó un hito (al igual que ocurrirá, una década más tarde, con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco).


Ante la situación que vivía el país, el Gobierno vasco (que presidía José Antonio Ardanza) encargó un informe sobre la violencia a un grupo de expertos internacionales que ofrecía algunas pistas interesantes. Sin embargo será el Pacto de Ajuria Enea el que siente las bases para buscar una solución al problema del terrorismo. Pero, una vez más, nos encontrábamos ante un acuerdo que ni el PSOE ni el PP estaban dispuestos a cumplir. Los socialistas no iban a completar ‘‘jamás’’ el Estatuto de Gernika (Apartado 2 del Pacto), ni siquiera cuando la mayor parte de las fuerzas políticas llegaron a un consenso razonable sobre las transferencias pendientes (‘‘fichas de Zubia’’). Cuando, a partir de 1993, el PP comienza a exigir el ‘‘cumplimiento íntegro de las condenas’’ dejaba en papel mojado el Apartado 10 del repetido pacto.


Mientras tanto había no sólo que gestionar, sino que reconstruir un país que, en 1991, había tocado fondo. Cuando, por fin, se transfieren las competencias de Industria (departamento que pasa a manos nacionalistas), eso sí, sin las empresas públicas. Se empiezan a sentar las bases de un nuevo tejido económico para Euskadi, basado en nuevas infraestructuras, en la reorganización del sistema productivo y en el apoyo decidido a nuevos sectores (por ejemplo, el aeronáutico). Y, en medio de todo esto, surgirá un proyecto controvertido (yo fui uno de sus críticos) que, hoy, es todo un símbolo: el Museo Guggenheim Bilbao, un símbolo que producto del empeño de un solo partido: el PNV. Contó con el rechazo frontal del PP y de IU y las criticas, reticencias y pequeños boicots del PSOE y de EA. Sin embargo, el esfuerzo sólo comenzó a percibirse a partir de 1996, año en que se produce una tímida recuperación económica.


Superados los fastos del V Centenario (1992), el PSOE no vive sus mejores momentos: los juicios por los casos de guerra sucia y corrupción estaban pasando factura. A pesar de esto, González superó a Aznar en 1993. En aquellos días, en algunas Asambleas del PNV se piden medidas para debilitar al máximo a los socialistas (considerado, por un lado, como un adversario sólido, y, por otro, como el principal responsable de los sucesivos incumplimientos desde 1977). A esta estrategia nonata se opusieron siempre el lehendakari Ardanza y el presidente del EBB, Xabier Arzalluz.


El PSOE, sin embargo, ‘‘teoriza’’ ya el posnacionalismo. A partir de 1993 se produce literatura abundante sobre este asunto. La tesis básica era que el PNV ya había conseguido su programa máximo, a falta de dos o tres flecos. Eso sí: que se olvidase de la Seguridad Social (Artículo 18) y de la Investigación Científico-Técnica (Artículo 10) que el Estatuto de Gernika concede a la CAPV. Y esto se acompañaba de ‘‘Todos hemos renunciado a muchas cosas, menos el PNV’’. El pobre Mario Onaindia, que se pasó media vida ‘‘teorizando’’ sobre todo, no olvidaba la Disposición Adicional Primera de la Constitución sobre los derechos históricos, ni la Disposición Adicional de la Ley Orgánica 3/1979, sobre los derechos del pueblo vasco, que echaban por tierra aquello de que ‘‘los vascos somos una nación porque lo dice el Estatuto’’.


En 1996 comenzaba una nueva época. El PP ganó las elecciones generales (eso sí, sin mayoría absoluta) y los socialistas tenían que reubicarse. Como recuerda Joaquín Almunia en sus memorias, sin el poder central, los socialistas tenían menos que decir. Aún así comenzaron los forcejeos que, como veremos, supondrá la ruptura del pacto tripartito (PNV-PSOE-EA) en Araba.


Y fue entonces cuando se produjo un hecho que conmovió las conciencias de la inmensa mayoría de los vascos: el secuestro y asesinato del un joven concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco Garrido. A partir de entonces, ya nada sería igual.

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