Entre 1983 y 1987, el PNV vive un traumático proceso escisionista que, por un lado, sirvió para cambiar por completo el mapa político vasco y, por otro, marcará el futuro de la organización política del PNV. En Bizkaia, el PNV mantuvo intacta su organización, incluidas sus sedes, y la inmensa mayoría de los cuadros que habían hecho posible la reorganización del partido se quedaron en él.
De esta forma, fue posible mejorar y ampliar la organización, mientras que se iba formando una nueva generación de dirigentes. La organización vizcaina del PNV, por otro lado, tiene una probada capacidad de movilización, como quedó patente en el mitin del BEC.
En las últimas elecciones quedó patente algo importante: la organización es más importante que el mensaje. En Bizkaia, el campo abertzale -admitiendo como tal al PCTV- queda de la siguiente forma: 10 EAJ-PNV, 2 PCTV y 1 EA. En Gipuzkoa, el territorio más afectado por la escisión de los 80, donde la organización del PNV quedó bastante dañada, la situación es 6 EAJ-PNV, 5 PCTV, 4 EA y 1 Aralar. En Araba, la situación es diferente a las dos anteriores. El resultado ha sido 6 EAJ-PNV, 2 PCTV y 2 EA. Aquí, la escisión afectó, sobre todo, a Vitoria-Gasteiz, manteniéndose el resto del territorio gracias, sin duda, la influencia de Jose Mari Gerenabarrena. El mapa resultante (del campo abertzale) es más que significativo: EAJ-PNV es abrumadoramente hegemónico en Bizkaia; minoritario en Gipuzkoa y mayoritario en Araba.
Como ocurre en HB (en todas sus denominaciones), una buena organización (y una buena gestión) soportan la evolución del mensaje (desde el ‘‘discurso del Arriaga’’, pasando por el Pacto de Ajuria Enea, el acuerdo con el PP, el Pacto de Lizarra o la propuesta de nuevo Estatuto-Plan Ibarretxe). A mejor (y mayor) organización (en el caso del PNV), menor penetración de otras fuerzas abertzales o autodenominadas abertzales. Lizarra ‘‘perjudicó’’ electoralmente al PNV, especialmente, en Gipuzkoa, donde se amplió la diferencia de HB (primera fuerza) y el PNV (segunda fuerza), de 2.000 a 15.000; en Bizkaia, el PNV (primera fuerza) mantuvo la diferencia de más de 120.000 sufragios sobre HB (segunda fuerza) que sólo ganó 2.000. En aquellos momentos, lógicamente, este retroceso se justificaba por la tregua de ETA (parte del precio que el PNV estaba dispuesto a pagar por la paz). Y, aunque suene a historia de ‘‘perogrullo’’, a mayor implantación organizativa (y electoral), mayor independencia política (ideológica y estratégica) y de discurso (no es imprescindible estar mirando de reojo, por ejemplo, a la autodeterminada izquierda abertzale).
No es exagerado afirmar que, en estos momentos, es el PNV de Bizkaia (en mucho menor medida el de Araba) el principal soporte de la primacía de EAJ-PNV en el mundo abertzale. Así, por ejemplo, una suma de Araba más Gipuzkoa quedaría de la siguiente forma: 12 EAJ, 9 PCTV, 6 EA y 1 Aralar. Con Bizkaia, 22 EAJ, 11 PCTV, 7 EA y 1 Aralar. Pensemos, que es mucho pensar, que, en estos momentos, sintiésemos la necesidad de hacer una unión de abertzales. Ésta, amén de pasar por la desaparición de ETA, se basaría en el juego democrático de mayorías y minorías en todos los ámbitos. Y, en este punto, estaría la otra gran diferencia con Lizarra. Es decir, no nos juntaríamos para que ETA deje de matar (porque ya habría dejado de hacerlo), sino que HB evitaría cualquier tentación de imponer su modelo a los demás. ¿Aceptaría esta condición? La experiencia hasta la fecha es negativa, aunque todo es posible.
Por lo que se refiere a la coalición PNV-EA, algunas reflexiones. O la coalición se presenta unida en todas sus decisiones, incluida la de buscar mayorías diferentes a las de una unión abertzale, o sería el momento de amortizarla definitivamente. Si se hiciesen números partiendo de los resultados de las últimas elecciones municipales y generales, por ejemplo, EA estaría al borde de su extinción en Bizkaia (especialmente tras la crisis interna) y Araba, y en una situación complicada en Gipuzkoa (con el PCTV y Aralar disputando el espacio que reclama para sí Begoña Errazti). Una gran parte del futuro de esta partido está unido a su presencia en las instituciones. El nacionalismo vasco no puede cerrar ninguna puerta... a nadie. Si la unión abertzale supone el final de ETA, pues unión abertzale. Si no, a esperar. Eso sí, como decía Joseba Egibar, antes de tomar cualquier iniciativa que cada uno cuente bien sus votos.